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CRÍTICA LUCY

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Lucy es una joven que accidentalmente ejerce de “mula”, se dedica a ocultar droga en su cuerpo para narcotraficantes. Un día, inesperadamente, una de las bolsas de droga que transporta se rompe y su sistema absorbe dichos estupefacientes. Lo sorprendente es que, en lugar de ir directa al hospital, las drogas le otorgan una serie de poderes sobrehumanos tales como telequinesia, la cancelación de dolor, la habilidad de absorber el conocimiento de forma instantánea y una velocidad espectacular; poderes que, inevitablemente, lucy-cartel-5611cambiarán su vida para siempre, convirtiendo a Lucy en una máquina de matar.

Tras unos años apartado del cine de primera línea, el francés Luc Besson (Malavita, El quinto elemento, El profesional (León)) retoma su faceta como director de acción con una cinta que tiene elementos tan dispares que van desde el 2001, Odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968), pasando por elementos de Origen (Christopher Nolan, 2010) y desembocando en la absurdez visual/filosófica de Trascendence (Wally Pfister, 2014). Como es habitual en todas sus producciones Besson produce, escribe y dirige la cinta lo que le hace caer en cierta redundancia argumental (la heroína de acción) y que parece no va a dejar nunca.

Lo único que salva a Lucy de ser tildada como una más de las cientos de películas de serie B de acción que nos llegan al año es que al frente del cartel está situada la que podríamos considerar una de las más brillantes estrellas del panorama cinematográfico actual. Scarlett Johansson (#Chef, Her, Don Jon, Under the skin) ha sabido alejarse poco a poco de los papeles prototípicos que siempre abordaba para sumergirse en productos arriesgados y que en la mayoría de casos le podían hacer perder mucho más de lo que podía ganar (como ejemplo la nueva película de Jonathan Glazer, sin fecha de estreno en nuestro país, y en la que aborda uno de los papeles más arriesgados de su carrera). En este caso, Luc Besson sabe que tiene ante sí a un portento interpretativo (quién me iba a decir hace unos años, en los que criticaba su pasividad actoral que diría esto) y no duda en centrar toda la trama y todos los planos en ella. Como muestra del gran pulso del director y la gran capacidad de  Johansson sólo hay que ver la primera escena en el hospital en dónde ella entiende lo que le va a suceder y llama a su madre para agradecerle todo el amor que le ha dado en estos años, un plano fijo desgarrador.

La aportación del resto del reparto pasa a ser prácticamente circunstancial ante la potencia que desborda la actriz, por ello la presencia de dos grandes como Morgan Freeman (Plan en Las Vegas, Oblivion, Objetivo: La Casa Blanca) y Choi Min-sik (New World, Encontré al diablo, Old boy) es casi, casi anecdótica.

Luc Besson es un especialista en filmar productos de acción de calidad (a través de su productora Europa Corp., es el artífice de éxitos como la saga Transporter o Taxi) por lo que no sorprende la buena factura de la película y el buen entretenimiento que supone, pese a ese tramo final en el que se pierde el pulso narrativo en post de una ahondamiento metafísico que no llega a cuajar del todo, y a unos efectos especiales que en determinados momentos no llegan a la altura de la película en la que nos encontramos.


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